viernes

Desesperanza

Domingo. Neu y Natalia comían sus respectivas mitades de la misma galleta. Sin hablar, sin hacer un gesto. Oyendo tan solo el crugir y el respirar. Barajando el límite entre lo verdadero y lo falso. Preguntándose a si mismas sin responder. Caminando la frontera entre la cordura y la sinrazón, sin decantarse por ninguna.

La puerta de la alacena seguía abierta. Latas de conserva; escoba y recogedor; fregona y caldero; paquetes de legumbres, cereales y pasta... todo revuelto tras una noche de alcohol, humo y desenfreno lésbico. Pero  aquella mañana, el Sol trajo algo mas que luz y resaca. Todo era distinto.

Ya no existían recuerdos. Había datos, caras, imágenes, sonidos, nombres... pero no recuerdos. Todo carecía de sentido. Ni importaban el  trabajo ni la familia. No había nada en sus cabezas y a la vez estaba todo. Nat y Neu habían visto el fin del mundo, tan cercano como inminente. Ya nada merecía un ápice de esfuerzo.

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